EL LATIDO DE LA VIÑA

Me gusta conectarme con la Tierra, sentir su energía.

 

A veces juego con las palabras y me permito la osadía de tomar alguna licencia etimológica. Es el caso por ejemplo de humanista y humus que, aunque no tienen ni un origen ni un significado común, bien pudieran tenerlo porque ambas se refieren a la parte más cultivada y cultivable de la humanidad y de la tierra respectivamente. Estas dos palabras nos trasladan directamente al Renacimiento, época en la que cristalizó una de esas ideas fundamentales para nuestro devenir como especie: El hombre es el centro del universo. Y desde entonces nos lanzamos a cultivar diferentes disciplinas para comprender el mundo y, de paso, dominarlo.Con el tiempo nos dimos cuenta de que esta carrera un poco alocada de coleccionar y cultivar distintas disciplinas nos iba abriendo puertas a nuevos saberes y nuevas disciplinas y así sucesivamente … hasta hoy.
El ser humano es el centro del universo. Cierto. Tiene una naturaleza casi divina. Cierto. Pero también es cierto que está sometido a todas las fuerzas del universo. Las que gravitan sobre nuestras cabezas y las que se desarrollan bajo nuestros pies.
Está bien estudiada la influencia de la luna y las constelaciones sobre las personas y los animales actuando decisivamente en los partos, en las masas de agua generando mareas, en la agricultura alterando los flujos de sabia de las plantas y ordenando los días de plantación y recolección … y así sucesivamente.
Están sobre nuestras cabezas los planetas con sus satélites y el sol que nos bendice con su calor y con su orden gravitacional. También están sobre nuestras cabezas los otros soles que forman la Vía Láctea y las otras vías lácteas que es posible que también existan, los agujeros negros, un montón de chatarra espacial de la carrera del mismo nombre y un montón de cosas, entes y objetos que se escapan a mi entendimiento.


Pero bajo nuestros pies tambien hay una realidad poderosa ejerciendo su influencia sobre ese ser humano que se siente el centro del universo.
Lo que ocurre es que esa realidad, aunque bien estudiada, es menos sexi y ha resultado algo menos atractiva que la celeste.
Es el suelo que pisamos, el subsuelo que soporta a ese suelo y el magma en el que flota la corteza terrestre. Una poderosa realidad que nos mantiene pegados al planeta y que impide que salgamos volando hacia el espacio infinito.
Una poderosa realidad que tiene su orden y su lógica como el sol tiene los suyos pero … Ay!! Una realidad de la que vivimos aislados. Entre el cielo y la tierra ya no está el hombre centro del universo. Ahora se interponen infinitas masas de asfalto y cemento. Mucho asfalto y mucho hormigón. Y por si fuese poco, multitud de suelas de todo tipo. De fibras vegetales, de cuero, de gomas diversas, deportivas, de vestir, con cámaras de aire, con taco, con tacones, industriales, a

rtesanales, antigolpes, elásticas, …
El hombre moderno centro del universo ya no toca la tierra. Solo se descalza en la playa y para meterse en la cama.
Somos pocos los que gustamos del placer de tocar la tierra con nuestros pies. Yo me descalzo siempre que puedo, sobre todo en la viña. Me gusta sentir la tierra en mis pies, el humus, la arena, la grava, las piedras, … la hierba, la humedad, la sequedad, el frio y el calor la suavidad y la aspereza del suelo.
Me gusta conectarme con la tierra, sentir su influencia, su energía, como la sienten nuestras cepas en la viñas y los árboles en los montes. A menudo estoy con los pies en la tierra y con la tierra en los pies. Piso la tierra, siento la tierra, luego existo. Es una forma telúrica de sentir y de trabajar.
Aunque el término telúrico es muy posible que nunca cuaje para definir a colectivos de personas porque está asociado a esos movimientos devastadores de la Tierra cuando libera energía bruscamente: terremotos y volcanes. A pesar de lo cual este humilde viticultor se siente muy viticultor y muy telúrico y muy feliz pisando la tierra y elaborando vinos .
Si amas la tierra de verdad ALECRÍN es tu vino.

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